en tu última carta me dijiste que esa era tu última carta, y yo, que de semántica entiendo poco, decidí entender que lo que querías decir es que esa era tu última carta, porque después de eso todavía no había habido otra, así que siempre la última carta, es la última carta, pero que nunca la última de tus cartas va a ser la última de tus cartas. 
si vamos al orden de las cosas, ahora me toca escribirte a mí, y me toca escribirte a mí porque la última en escribir una última carta fuiste vos, así que acá te escribo. 
en tu última no-última carta me dijiste que no querías saber nada de lo que me pasó en el tiempo en que no hablamos, y yo que de semántica entiendo poco, decidí entender que entonces querés saber cosas de mi futuro. 
igual de mi futuro sé poca cosa, como todos, te puedo decir que mañana voy a almorzar ensalada porque en mi heladera solo hay tomate y repollo, te puedo contar que mañana voy a llorar porque a las 7 de la tarde voy a estar leyendo algún poema en voz alta, te puedo contar que me mudo de nuevo y que este año por primera vez voy a festejar mi cumpleños. 
te puedo pedir perdón, también, por la vez que lloré encerrada en el baño mientras afuera me esperaban todos los amigos a los que invitaste a mi fiesta sorpresa. te puedo pedir perdón por haber arrancado las guirnaldas y los globos sin decirte ni gracias por el amor y el esfuerzo. te puedo pedir perdón por cada vez que te dije que tu comida estaba fea y por cada vez que me enojé porque te olvidaste de tu llave. 
además te puedo decir gracias, por las mil veces que le diste de comer a mis gatos, por haberme abrazado y haber llorado conmigo el jueves que me morí. por haberme sacado viva de esa muerte. 
te puedo abrazar para siempre por haber sido mi casa todos esos años, por haber sido juntas y rotas.
a mí, ya sabés, no me gustan las despedidas.
pd. esta es mi última carta.

Aquella ciudad era pura poesía, poesía y jóvenes, poesía y nosotros dos jóvenes.

Me busqué mucho en todas partes, me busqué en la Alexanderplatz y me busqué entre tus piernas.
Me busqué sola en una terraza de camino al desierto de Marruecos y me busqué entre lágrimas y descalza sobre la moquete de una mezquita de Estambul.
Me busqué en una carpa en una playa bajo el sol radiante de las 10 de la mañana y me busqué en una tormenta de nieve en Polonia.
Me busqué en la ruta 66 y en aquel lago de México con el agua más transparente que vi en mi vida.
Me busqué en mil poemas, en las palabras de otros y en todas las pinturas de todos los museos.
Me busqué en la muerte de los vivos que más quise y me busqué en la panza de mi madre.
Perdida en este mundo y esta vida y en las otras, perdida en mi pasado, y en todos los caminos que pisé, me pierdo entre tus dedos y cuando demoro 13 días y 4 horas en responderte un mensaje pidiéndote perdón.

Un domingo te levantaste tan temprano que me enojé, me quisiste decir algo y yo balbuceé salí dejame y metí la cabeza lo más adentro que puede uno meterse a una almohada.
Te escuché salir y me volví a dormir hasta que me despertó el ruido de sartenes y el olor a panqueques. Habías ido al parque a buscar podagrarias para hacerme panqueques de flores un domingo a las 8 de la mañana y yo te había negado un beso de nos vemos en un ratito. Me subí a la mesada para abrazarte fuerte y envolvente entre mis piernas y mojarte el hombro con una lágrima de amor eterno.

Hace días que pienso en vos apenas pongo un pie en la ducha. Debe de ser por el cráter del jabón en barra. Me acuerdo del día que hiciste pis mientras nos bañábamos juntos. Esa fue sólo la excusa para no bañarme contigo nunca más, pero la realidad era que a vos te gustaba bañarte con agua muy fría y a mí con agua muy caliente.
Perdón que no te he respondido el último mail, es que me queda más fácil hacer de cuenta que no te extraño. Cuando te lo responda te voy a contar que ahora vivo en una casa con piscina y que a veces voy de noche a nadar por abajo del agua con los ojos cerrados, y que otras noches salgo al balcón y miro el cielo y pienso que vos estás abajo del mismo cielo que yo pero del otro lado y tan lejos que de a poco me olvido de cómo era tu voz y de cómo arrastrabas la erre. También te voy a contar que a dos cuadras tengo la playa y que todavía no me animé a ir a caminar descalza cuando la arena ya esté fría. E incluso antes de que me lo preguntes te voy a responder que sigo sin tomar mate y pensando en vos cada 7 minutos.

Mañana es mi vuelo de vuelta. Tengo 15 horas para decidir si me subo a ese avión, si llego a la puerta de tu casa, si subo la escalera y te abrazo mientras seguro estarás de pijama y con un libro en la mano. Si te pido que sueltes el libro, que me abraces con los dos brazos, que así ya sabés que no me gusta, que me abraces fuerte, que me levantes y me lleves a tu cama, y me que abraces más, y que no llores, porque esta vez volví y me quedo. Me quedo porque sos vos y porque es contigo, y porque contigo somos nosotros.
Y pienso, y cada minuto que pasa es un minuto menos de vos, y un minuto menos de la que quiero ser contigo. Y aunque te pedí que no me pidas, que no me llames, que no esperes ni un poquito más de amor, hoy espero tu mensaje, como si esperara encontrar una vela perdida por alguna parte de mi casa en un día de apagón.
Don’t kill me please.
14 horas.
Todavía estás a tiempo.

casi chau

Esta fue mi casa número quince, y quince casas son un montón para 25 años. Es un promedio de un año y medio por casa, pero si algo aprendí en 25 años de vida -que es pila y es re poco-, es que el tiempo es relativo, que el amor más fuerte de los amores puede durar un día o mil y el sentimiento sigue siendo el mismo.
Mi año empezó siendo un final más que un principio, miré los fuegos artificiales de Venecia desde la azotea de mi trabajo con los ojos llenos de lágrimas y haciendo fuerza para no llorar, hasta que no hice más fuerza y lloré y me dejé abrazar y lloré un poco más. Me gustan los cambios, pero no por eso me dan menos miedo.
Callarse es mentir y hoy te mentí a los gritos, y te voy a mentir mañana, y el lunes, y el sábado cuando me sostengas las partes rotas en un último abrazo, y hasta siempre, mi amor.
Este final que ya empezó y ya casi se acaba termina en vos y por vos y conmigo.
Me sostengo como puedo con lo último que me queda del equilibrio que me dio saberme sola tantos años, me sostengo con la poca fuerza que me queda antes de caer rendida en los brazos de mi madre.

Mis cartas no son mías cuando las mando al viento, no son tuyas cuando las escribo en secreto, cuando las leo 4 veces antes de dormir y después lloro y sueño contigo. No son tuyas aunque ahí escriba tu nombre mil veces, aunque el papel tenga tu sello, aunque te pienso y te lloro y te imagino en futuros inventados y te ruego que me quieras con palabras disfrazadas. No me creas si te digo que no importa, que igual hablamos mañana, que ahora no tengo tiempo. Es el miedo que me ahoga, que me nubla, me enceguece. No me creas si te digo que no es nada, que es el sueño, que hace noches que no duermo por quedarme dibujando. No me creas si te digo estoy segura mientras te pido un café inventando una sonrisa. No me creas si te digo que te quiero pero más quiero el silencio.

Me da miedo que te olvides de mi nombre, de mi cara, de mis manos, de la forma de mi cintura cuando me acariciás despacito, del arco que hace mi espalda cuando me besás todo el cuerpo.
Me cierra el pecho saber que ya no me vas a mirar como me miraste aquella vez acostado boca arriba en la punta de mi cama mientras me hablabas de tus miedos y fracasos y yo sonreía y te decía el miedo es para cobardes y pensaba en que sos lo más lindo que vi en mi vida, que no tiene nada que ver, pero es tan cierto, y yo te miro hasta hoy como aquella primera vez a las 2 de la mañana, llena de dudas y de certezas, y te miro cuando no te das cuenta de que te estoy mirando, así me aprendo de memoria la forma de tus ojos, la curva de tus labios, el color de tu pelo, te miro tocarte la barba, pasarte la mano por el cuello, me aprendo todos tus gestos, y te miro, y tiemblo porque sé que nunca estuvimos tan lejos.

Qué sentido tiene escribirte una carta de despedida si ya tres veces nos despedimos para siempre. Yo sé que vos no me crees, que todas las veces dije esta vez es para siempre pero esta vez es para siempre y yo me voy, pero vos te fuiste antes. Sueño noche por medio con aquella única noche en que me abrazaste dormida aunque yo estaba despierta. No te escribo para que sepas lo que siento ni te escribo para explicarte por qué esta vez no voy a frenarme a escucharte aunque me digas que me quede, que es muy tarde, que hace frío, que el bondi ya no pasa, que caminando es muy lejos. Te escribo porque cada día mientras te miro y me mirás, ahogo estas palabras en la sangre de mi pecho para no decirte a los gritos todo lo que quisiera, y estas palabras me ahogan desde aquel último domingo en que me dijiste ini si te vas, yo no puedo y yo te vi llorar e hice como que no mientras me volvía a poner la ropa.

El día que nos separamos transcribí un poema de Idea Vilariño con la máquina de escribir que me regalaste cuando todavía no sabías que yo ya te amaba. Ya no, ya no soy más que yo para siempre, y tú ya no serás para mí más que tú. Nunca sacaste mis fotos de tu cuarto, pero la más grande la tapaste con el poema que te di en ese papel marrón arrugado y húmedo de lágrimas y roto de tristeza. Cada vez que fui a tu casa durante los siguientes 18 meses me paré frente a mi foto, tapada por ese pedazo de alma, y leí ese poema, y dejé caer mis lágrimas, y una vez no hace tanto, vos me abrazaste fuerte y lloraste conmigo, me dijiste que a veces no podías hacer esto, estar conmigo, ser mi amigo, amarme de lejos, para siempre. Yo lloré más fuerte y te dije si te lastimo decime, y vos como siempre que querés decir algo lo dijiste en silencio, abrazándome más fuerte, llorando con más lágrimas. A veces yo tampoco puedo hacer esto. A veces quisiera saber quién fuiste, qué fui para ti, cómo hubiera sido vivir juntos, querernos, esperarnos, estar.  Pero ya no soy más que yo para siempre, y tú ya no serás para mí más que tú.
Hoy te pienso con el amor que se piensa sólo a unos pocos. Es que uno siempre está solo, pero a veces está más solo.

Mi primera carta la mandé a los tipo 8 años con ayuda de mi tío. Había encontrado a Ornella en la sección «amigos por correspondencia» de alguna revista tipo El Escolar. Por aquella época yo estaba enamorada de Titán, el de Chiquititas, y recuerdo hablarle mucho sobre él y por qué me gustaba tanto.
Desde aquel momento no paré. En el colegio teníamos un buzón en el que podías dejar cartas para otros alumnos, que una vez por semana se repartían, una idea hermosa. Durante todo el liceo escribí cientos de cartas a mis amigas. Nati todavía las guarda todas y el año pasado nos divertimos horas leyendo mis historias.
Después crecí y empecé a viajar y me mudé lejos y empecé a escribir postales desde cada lugar al que voy. Después también me enamoré locamente de un artista tan apasionado por el papel con estampillas como yo, así que durante 6 años nos mandamos postales regularmente, incluso viviendo juntos. Después me separé, pero las postales no pararon nunca. En el sótano de Hamburgo en donde dejé todas mis cosas tengo una caja enorme entera llena de postales, dibujos, cartas, dolores, llantos y amor, y en el segundo cajón de mi escritorio se están acumulando otras tantas historias y poesías. Para mí cumpleaños 23 Hernán me regaló un blog en donde había escaneado todas las postales con dibujos de acuarelas que nos habíamos mandado hasta el momento. Arte moderno y romanticismo millennial.
Escriban cartas, a sus padres, a sus amigxs, a sus amores y a esx compañerx que no les da bola. Y a mí, ya que estamos, que amo las historias sobre amar.

Todo placer es efímero y no hay partícula que no me haga pensar en vos. Veo manos y pienso en tu mano posada en mi rodilla mientras tus ojos verdes contemplan la sonrisa que dejaste rota cuando de tus labios dulces y carnosos salieron palabras tristes.
No sos mío y no soy tuya. Ni ahora ni nunca. ¿Cuánto nos queda por aprender? Pensé que ya sabíamos todo y hoy me di cuenta de que no sabemos nada.
Con vos se empieza siempre de cero.
No me llames, no me grites si te dejo en una esquina y pienso hasta acá llegamos, y me llamás, y me gritás, y escucho Ini a la distancia y tardo en decidir si te ignoro, si te miro, si me doy vuelta y corro hacia vos como corrí la última vez que escuché vení, volvé, que todavía nos queda mucha vida.
Escribo y pienso en tus dedos recorriendo rincones que ya recorrieron otros. Escribo y pienso en tus piernas sobre mis piernas y tu pecho transpirado.
Escribo y pienso: lo contrario al amor es el miedo.

Un día llegué a casa y estaba Nacho llorando en el baño, era chiquitito, no sé cuántos años tendría, 2, 3, no mucho más. Lloraba, y tosía, y vomitaba. No sé qué tenía, pero vomitaba por enfermo, y lloraba por sufrir, y vomitaba por llorar. Seguro no era nada muy grave porque ni siquiera me acuerdo, pero lo que sí me acuerdo es que ese día me di cuenta de lo que es el amor. Yo lo miraba así, todo chiquito, sufriendo, y hubiera hecho cualquier cosa para que él se sintiera bien, lo abrazaba fuerte pero no era suficiente, quería cambiarle el lugar, quería sufrir yo y que no sufriera él. Así se debe sentir ser madre, pensé en aquel momento, y es también la idea que me quedó después de todos estos años.
Nacho es el niño más bueno y dulce que conozco. No creo que haya otro como él. Capaz eso piensan todas las hermanas, puede ser, pero yo estoy segura. No hablamos mucho, pero nos amamos, él piensa que yo soy la mejor hermana del mundo y yo que vivo del otro lado del mundo y a veces desaparezco por semanas igual pienso lo mismo, porque qué mejor que amarlo con todo mi corazón, desde el día que me enteré de que Elena estaba embarazada hasta el día que me muera, o más allá, quién sabe.
Hoy cumple 10 años, eso significa que hace dos tercios de su vida que ya no vivimos juntos. A veces quisiera que fuera otra vez así de chiquitito. Qué fortuna ser hermana mayor.

A Camilo lo conocí hace muchos años, el mismo día que conocí el amor. El cerebro casi me explota cuando me puse a pensar en buenos recuerdos que tengamos juntos, hay infinitos: lo borrachos de Elephant en el Schlagermove de 2012. Las caminatas eternas por París, estar sentados en jardines gigantes y miniatura, y gigante y miniatura, y de todos colores, rosado, verde, amarillo, neón, copos de nieve, fractales y risas. El barrio hippie mágico y la sopa en el invernadero. Los viajes a Ámsterdam, que no se acaben nunca. Compartir las pasiones: escribir, y leerte en voz alta y que me leas y que escribas y me leas. Poder arrastrarte conmigo a clases de teatro, actuar juntos, filmar cortos, tus guiones, ser tu actriz, chuponear frente a una cámara, nunca más, Cami, nunca más. Festivales de cine, ver contigo y en un cine enorme de Berlín la película más linda que vi en mi vida. Los mates en la biblioteca. Ganarte al ping pong. Comer tus arepas y tu ajiaco y cocinarte la mejor lasagna del mundo. Recomendarnos libros, presentarte autores y que me presentes poetas nadaístas. Que me leas en voz alta el poema más lindo que supo escribir Arango. Haber vivido juntos tanto tiempo sin en realidad haber vivido juntos nunca. Las miles de noches en tu cama y en la mía, mirando películas, tomando vino y riéndonos como locos después de un par de pitadas. Todos los proyectos que dejamos por la mitad. Todas las veces que me escuchaste llorar y gritar de dolor infinito. Que juegues siempre conmigo.
Agradezco la tranquilidad que me da saber que aunque ya no te tenga a 200 pasos de casa vos siempre estás ahí, que me conozcas de todas las formas, rota y muerta y viva.
El honor de ser tu amiga, y la certeza de que nos tenemos para siempre. La adultez es cosa seria, algún día nos vamos a morir y yo nunca te había dicho todo lo que te quiero.
Ini es lava, pero ya no aguanto más hasta mañana y ese abrazo. Mañana llega mi amigo del alma a visitarme. Soy feliz.

Esa lágrima es tuya, salió de mis ojos, pero es tuya. Lloro por varias razones y vos las conocés todas. Lloro porque me escribís una carta en español, lloro porque mientras lees un cuento de mi libro preferido te sentás a hacerme un dibujo, otra vez. Lloro porque 3 meses parecen una eternidad cuando estás tan lejos. Lloro por la fortuna de tenerte, y de que seas y yo sea y seamos como siempre, siempre. Lloro porque me horneás una lata llena de mis -tus- galletitas preferidas.
Lloro porque soy yo, nube gris.

Hoy se cumplen 21 años desde que dejé de ser la única hija, la única nieta y la única sobrina. Desde ese día nunca más fui ni voy a ser yo sola.
Todavía me acuerdo del día que nació, me acuerdo que papá me despertó temprano diciendo que tenía una sorpresa. Yo pensé que era un perrito pero resultó que era él.
Cuando era chiquito me decía «mana» porque hermana no le salía. Andaba siempre corriendo atrás de una pelota y también lloraba mucho.
No sé en qué momento creció, hoy lo miro y pienso en la suerte que tengo de que sea mi hermano. Tan bueno, lindo, inteligente y talentoso. Como en cualquier familia normal, en casa tampoco se habla mucho de sentimientos, pero hace no mucho estábamos los dos solos y yo quise explicarle eso que siento por él entonces le dije algo así como «Toto, vos me querés a mí tanto como yo a vos?» Y él me respondió «yo te amo, gorda», y yo sentí el alivio de lo recíproco. Pero al final igual tampoco le expliqué muy bien así que se lo voy a explicar ahora: es mi persona favorita en el mundo, siento un orgullo infinito de poder decir este es mi hermano, cuando se me cae una pestaña siempre pido que él sea feliz, cuando me dice que está triste me dan ganas de dar vuelta el mundo entero para que se ponga bien y se me rompe un poquito el alma cada vez que pienso que hace 7 años que nos extrañamos mucho más de lo que nos vemos.
Para vos será “un día común nomás”, pero para mí es el día en que celebro que existas. Te amo más de lo que cualquier textito de mierda puede expresar, Toto.

Hoy hace un año de mi último abrazo, y digo mío porque vos ya no estabas, y seguro me dirías chinita, qué abrazás ese cuerpo viejo y frío y muerto…y yo lloraría y te diría que es el cuerpo que cargó contigo 72 años, que es la piel finita que siempre me gustó pellizcar, que son las manos que tanto me acariciaron, los brazos que más y mejor me abrazaron, que es el cuerpo que me cuidó siempre que necesité ser cuidada. Hoy hace un año desde que estás muerto. Me gusta decirlo así, como es, sin vueltas, porque los días en que me olvido de que ya no estás y me dan ganas de abrazarte son los que más me duelen. Pero dentro de mí, abuelo, estás vivo para siempre, te llevo conmigo cada segundo, en mis recuerdos, en mi corazón, en cada vez que puedo contarle a alguien lo mágico que fuiste, los juegos, los consejos, los paseos, las charlas eternas, las enseñanzas, y repito, los abrazos, tus abrazos llenos de amor. El orgullo infinito que me da haber sido tu nieta. SER tu nieta. Siempre, chimpita, siempre.

Pipe se enoja cuando le saco fotos. La primera vez que se enojó era de madrugada y hacía como 5 grados bajo 0. Salimos a caminar por un parque cerca de mi casa y yo me subí a un carrito de supermercado que andaba por ahí y él me iba llevando. Yo saqué un par de fotos y ya tipo a la tercera me miró con cara de enojado y me dijo «pa Ini no pará no estoy pa esto». En esa época yo todavía le hacía caso así que guardé el celular, pero como ahora ya no le doy bola cuando me reta, el otro día nos saqué esta sin que él se diera cuenta.
Pipe es para mí: charlas hasta muy tarde, sueños lúcidos, abrazos fuerte, filosofía, caminatas bajo lluvia, es Hamburgo, Montevideo, París y Barcelona, es compartir la tristeza y la alegría, es libros, museos, paltas de desayuno y un mapamundi nuevo. Apachucharse, también.
Hasta el infinito, pipi.

De todas las cosas que me dejaste, esta es la que me era más ajena. Todo lo demás ya era un poco mío, era yo, y fue por eso que ser nosotros, con vos fue tan fácil. Desde la primera noche que pasé en tu casa despiertos hasta las 5 de la mañana haciendo historietas supe que con vos podía compartir todas mis pasiones. No me quisiste acompañar a la parada del bondi, no estamos en uragüey, me dijiste, y yo te mandé un mensaje sana y salva diciéndote que igual me caías bien.
Después empezaron las fotos, las primeras en un parque de algún rincón en Schanze mientras yo giraba en un carrusel de plástico rojo. Después los dibujos, después las pinturas, las horas posando quieta para que vos hicieras de tu magia con pinceles. La comida turca, las miles de películas, los viajes a todos lados. Tu teoría del límite del arte malo. La importancia de lo bello. Todas las noches de leer poesía en voz alta. Lo fácil que es pedir disculpas, abrazar y perdonarse. Todo eso me dejaste, y mucho más, pero lo más raro fue el amor por las piedras, la maravilla que es escucharte hablar de rocas, fosiles, tierra, no sé, yo no entiendo nada, pero la pasión de tus ojos verdes y tus manos de geólogo hicieron todo el trabajo.

Hoy fui por primera vez a tu cuarto y revolví todos tus cajones y todos tus recuerdos. Me acosté en tu cama y lloré fuerte y en silencio. Encontré fotos, cartas y dibujos míos. Pensé que yo no creo en nada, que los muertos murieron y ta, pero ojalá estés en algún lado. Sentí por primera vez la desesperación de querer abrazarte y no poder. Tus mimos, caricias, abrazos, toda tu ternura. Abuelo mágico, te abrazo con el alma en las manos.