Hace 3 años dejé en un sótano de esta ciudad 8 cajas que adentro tienen 7 años de mi vida. Acá llené mil cuadernos, leí mil libros y escribí mil cartas. Amé por primera vez y amé para siempre. Conocí amigos para toda vida y descubrí lo que es tener el corazón roto. Esta ciudad fue mi casa y de algún modo lo sigue siendo. No quería volver y de repente cuando el mundo empezó a desarmarse sentí la necesidad del refugio, y aunque en este tiempo, en este caos, nada tenga mucho sentido, aunque casi no salgo de este apartamento, se siente bien saber qué es lo que hay afuera. Sólo estoy de pasada y eso tampoco lo sabía, pero ahora lo sé y me alegra. La peor parte no es estar sola, sino no saber hasta cuándo.

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Siento
las manos atadas
como si una piola apretara mis muñecas
como si apretara tanto que de a poco
voy sintiendo el frío
y no llega
la sangre
ni el sentido
y mi cuerpo no entiende
cómo es que se vive
sin usar
mis manos
y mis dedos
si estoy viva
o estoy muerta
si respiro
cómo puede ser
que respire y no pueda
mover
cada una de mis partes
sentir
el contorno de tus dedos
gritar
lo que callo en este encierro

Ahora que estoy sola, en una casa llena de plantas y vacía de todos, que convivo conmigo y mi silencio, de repente escucho música porque ese silencio aturde, ahora que como nunca antes me enfrento a mí misma y a un torbellino de sensaciones que antes eran ajenas, de mi yo del futuro, de otra, acá estoy, este es el futuro y yo, parece, soy la misma algo distinta.
Del aeropuerto directo al limbo que es este estar pero no estar, ser pero no ser. ¿Se le puede llamar volver a este estado tan absurdo de ir del living a la cama y de la cama al super?
Hoy me picó la espalda y mientras con la punta recién sacada de un lápiz intentaba llegar a donde si no no llego, me rasqué hasta lastimarme, hice fuerza y me di cuenta, la picazón ya pasó pero esto es estar sola.
No reniego, sin embargo, y agradezco la ocasión, para mirarme al espejo un rato y aprender a conocerme. En cada despedida empiezo un poco de nuevo y ya perdí la cuenta de las veces que abracé por última vez. Y así intento, como puedo, sacar belleza del caos.