El día que nos separamos transcribí un poema de Idea Vilariño con la máquina de escribir que me regalaste cuando todavía no sabías que yo ya te amaba. Ya no, ya no soy más que yo para siempre, y tú ya no serás para mí más que tú. Nunca sacaste mis fotos de tu cuarto, pero la más grande la tapaste con el poema que te di en ese papel marrón arrugado y húmedo de lágrimas y roto de tristeza. Cada vez que fui a tu casa durante los siguientes 18 meses me paré frente a mi foto, tapada por ese pedazo de alma, y leí ese poema, y dejé caer mis lágrimas, y una vez no hace tanto, vos me abrazaste fuerte y lloraste conmigo, me dijiste que a veces no podías hacer esto, estar conmigo, ser mi amigo, amarme de lejos, para siempre. Yo lloré más fuerte y te dije si te lastimo decime, y vos como siempre que querés decir algo lo dijiste en silencio, abrazándome más fuerte, llorando con más lágrimas. A veces yo tampoco puedo hacer esto. A veces quisiera saber quién fuiste, qué fui para ti, cómo hubiera sido vivir juntos, querernos, esperarnos, estar.  Pero ya no soy más que yo para siempre, y tú ya no serás para mí más que tú.
Hoy te pienso con el amor que se piensa sólo a unos pocos. Es que uno siempre está solo, pero a veces está más solo.

Me paso leyendo cosas de cómo es vivir con ansiedad, como si no supiera exactamente cómo es vivir con ansiedad. Creo que es porque leer que no soy la única me hace sentir un poco menos sola, un poco menos loca. Me como las uñas desde que tengo dientes, me como las uñas cuando sufro y sufro por comerme las uñas. Ese es el primero de mis miles círculos viciosos. La culpa, la duda, las inseguridades, los miedos, la confusión, you name it. Después el otro 98% del tiempo soy feliz y estoy tranquila y pienso, ¿cómo puede ser que de repente y sin motivos me angustie o me vuelva loca? Puede ser, y es, pero no es de loca, es de ansiosa. Ponerle un nombre hace que sea más fácil, hace que sepa que se me va a pasar, que a veces se va sin hacer nada, que a veces se me va escribiendo, que a veces se me va durmiendo, que a veces se me va llorando, que a veces se me va con un abrazo y que a veces no quiero ni que me toquen.
Por suerte también tengo toda esta otra parte que contrasta, la parte optimista, la certeza de que todo lo que me pasa al final es para bien.

Un día acostada en tu cama nos pusimos a hablar de combinar pasiones, vos estabas sentado pintando y yo te decía que vos estabas combinando pasiones porque me estabas pintando a mí. Yo te decía que quería escribir y viajar, escribir sobre viajar, viajar para escribir. Vos me decías que me calle, que me quede quieta, que me ponga un poquito más así, un poquito más asá.
Tenés que tomar más agua, tenés la piel medio seca, vení, tomá, linda, tomá este vaso entero, dale, entero, no es ni medio litro, y qué son las pasiones?
No sé, yo qué sé, ser feliz mientras hacés algo. Yo soy feliz cuando como tu comida. Y si cocinamos?
Un ratito más, estás cansada? Un ratito más y cocinamos. Mirá, ya casi termino, un ratito más.
Yo soy feliz mientras me pintás.
Yo soy feliz mientras te pinto.
Es eso, no es tan complicado.

Quisiera poder despedirme de mi abuela. Abrazarla en el mundo de los vivos y acompañarla a irse al mundo de los muertos, si es que existe, y ojalá exista y esté lleno de la gente que ella extraña. Ojalá esté mi abuelo que hace un año que la espera. Ya sé que en general el último deseo es para el muerto, pero todo pasó tan rápido que no me quedó otra opción que robarle el poder, y pedirle por favor en un mensaje de voz, que haga el esfuerzo sobrehumano, con esas palabras se lo dije, de dejarme la receta de sus rosquitas antes de morir del todo. Quisiera pedirle que no se muera, que me espere, que se quede acá hasta que yo le avise, pero qué egoísta quererla viva cuando ella quiere estar muerta. Con ella se muere un poco la niña que fui. Mi abuela está viva y yo estoy lejos.

Hoy me desperté triste, ese tipo de tristeza que no podés ni explicar ni entender ni tocar. Como algo que te aprieta el pecho y que de repente te olvidás pero al rato vuelve y otra vez te preguntás qué mierda es lo que te pasa. De a ratos tengo flashbacks de unos sueños un poco tristes que tuve esta noche. Creo que dormir más de 8 horas me hace mal. No me gusta dormir de día, siempre sueño cosas tristes.

Mi primera carta la mandé a los tipo 8 años con ayuda de mi tío. Había encontrado a Ornella en la sección «amigos por correspondencia» de alguna revista tipo El Escolar. Por aquella época yo estaba enamorada de Titán, el de Chiquititas, y recuerdo hablarle mucho sobre él y por qué me gustaba tanto.
Desde aquel momento no paré. En el colegio teníamos un buzón en el que podías dejar cartas para otros alumnos, que una vez por semana se repartían, una idea hermosa. Durante todo el liceo escribí cientos de cartas a mis amigas. Nati todavía las guarda todas y el año pasado nos divertimos horas leyendo mis historias.
Después crecí y empecé a viajar y me mudé lejos y empecé a escribir postales desde cada lugar al que voy. Después también me enamoré locamente de un artista tan apasionado por el papel con estampillas como yo, así que durante 6 años nos mandamos postales regularmente, incluso viviendo juntos. Después me separé, pero las postales no pararon nunca. En el sótano de Hamburgo en donde dejé todas mis cosas tengo una caja enorme entera llena de postales, dibujos, cartas, dolores, llantos y amor, y en el segundo cajón de mi escritorio se están acumulando otras tantas historias y poesías. Para mí cumpleaños 23 Hernán me regaló un blog en donde había escaneado todas las postales con dibujos de acuarelas que nos habíamos mandado hasta el momento. Arte moderno y romanticismo millennial.
Escriban cartas, a sus padres, a sus amigxs, a sus amores y a esx compañerx que no les da bola. Y a mí, ya que estamos, que amo las historias sobre amar.

Ayer me compré mi primer libro en italiano. Al final además fueron dos porque no me podía decidir. En mi lista de resoluciones de año nuevo escribo todos los años «no comprar más libros hasta no haber leído los que todavía no leí de mi biblioteca». Fracaso rotundamente desde que tengo memoria.
En Venecia encontré una heladería que vende helado de dulce de leche. No será la cigale, pero es dulce de leche. Afuera hay unos banquitos rojos en un campo, aunque los venecianos llaman «campo» a todo lo que yo llamaría «placita». A donde fueres has lo que vieres, así que me senté en el banquito del campo con mi helado de dulce de leche a leer un libro en italiano. Sofía se viste siempre de negro. Me ensucié la boca y las manos y la ropa y el libro. Soy una niña otra vez.

Me desperté con las manos empapadas,
la gata está en celo, el gato maúlla.
Me desperté con el ruido de mi propio llanto,
la canilla del baño gotea, los vecinos cogen.
Me desperté con la guardia baja,
mis pobres instintos, tus tristes palabras.
Me dejaste sola a las 3 de la mañana.
Me dejaste sola aquel lunes de mayo cuando te dije
vos pensás
que me vas a amar para siempre?
y bajaste la mirada
y dijiste
hace mucho ya no es siempre.