El polvo y el humo de los últimos bombardeos no me dejan ver mi casa, ¿qué es esa luz que resbala por la ventana?, ¿qué es esta cosa incorpórea que me arrastra a lo profundo? Nadie puede ir más allá de los trigales, corro rápido y las ramas me arañan, veo la sangre secarse en mis piernas. Mientras mi carne se vuelve negra y tiembla en mi mano la granada, miro lejos y siento el río mojar mi espalda y la espuma que hierve entre tus manos. No sabés que tengo frío y que en tus huesos mi casa, que te busco entredormida y te encuentro entre lo extraño, que ya no estás ya no sos, cae la noche y no te veo y otro ruido me despierta y revientan en la cama las vísceras que me quedan: esto es la guerra y yo no vine preparada.

Me comí todas las uñas porque pense que ya no me querías. Lloré de 3 a 6 mientras tragaba mis lágrimas sentada frente al espejo.

Pero el tiempo no perdona y la ciudad se mueve abajo. Cuando lo ajeno se apodera de mi cuerpo y siento que ya no siento, los ruidos de los autos y los gritos de la gente me recuerdan que estoy viva. Apoyo la punta de mi pie y dejo que toda mi pierna tiemble, que tome el control y se mueva mi rodilla. Pesan a veces las piedras en mi mano y me sacudo para liberarme.

¿Quiénes somos en esta dimensión de formalidades?

¿Qué será mañana de los que fuimos entonces?

Siento el fuego en la cama

y quiero salir disparada

callo un grito de lujuria

silencio lúgubre

del tiempo y sus fulgores.

Un rayo de misterio recorre

el pasillo

de este cuarto a tu entrepierna

un colchón que no conozco

vacío sobre mi cuerpo

siento

vacío en la piel que habito

cuando miro desde lejos

tus eternos ojos verdes.

Una fuerza me arrastra

y todo hombre es carnada

de un pasado irrepetible

y yo nado

y nada es río que lleva y arrastra

la que fui cuando fui joven.