Pasé 5 años preguntándome cómo alguien podía despertarse de tan buen humor, cómo podías poner música antes de siquiera abrir los ojos, cómo te era imposible salir de la cama si no escuchabas algo bien fuerte, cómo hacías tus rutinas de la mañana escuchando The strokes o algún programa de la BBC. Me acuerdo de la vez que pasaste mil días despertándote con Hurra die Welt geht unter que hasta yo me la aprendí de memoria de sólo escucharla atravesar las puertas cerradas del baño y mi cuarto. Hace dos semanas que no puedo respirar muy bien, a veces pienso que estoy enferma pero después me acuerdo de que en realidad lo que estoy es triste. A veces también me olvido, porque ya hace más de un año que es como si no existieras, y un poco me acostumbré, un poco aprendí a llegar a una casa que no es la nuestra y saber que la soledad no se termina en un rato cuando llegues y te acuestes en mi cama a contarme cómo fue tu día. Ahora todos los días pongo play a lo que sea que diga spotify que estás escuchando y pienso en qué andarás, con quién, quiénes son tus nuevos amigos y a quién llamás cuando la vida te colapsa.
Las mujeres que somos nacieron juntas, se conocieron dos que se transformaron en otras y esas otras son en gran parte gracias a haber sido de a dos; ese apartamento en Dulsberg fue el útero que nos crió y aunque fui yo quien estiró el cordón umbilical vos lo cortaste y con eso yo me morí un poquito. Tengo el corazón todo roto y me duelen los dedos de ya no moverlos para contarte todo lo que me pasa. Extraño saberte y que me sepas y quisiera poder decirte con abrazos cuánto me alegran tus victorias.
Espero que algún día el tiempo nos devuelva lo que fuimos y que mi vida algún día vuelva a ser un poco contigo.