No sé cómo fue que empezó, supongo que por eso de los duendes que te roban siempre una sola media, o porque el lavarropas se las come. La cosa es que siempre tenía una media sola de cada par y al principio andaba feliz, como Pippi Langstrumpf, con una de cada color, pero además de los duendes y del lavarropas estaba mi novio, estaba él robándome medias a mí y yo robándole medias a él y así andábamos los dos con medias robadas. Por esa misma época abrió una tienda en Berlín en donde vendían 10 pares de medias negras de un algodón re lindo a €7, así que empecé a comprar un paquete cada vez que iba, y de a poco fueron desapareciendo de nuestros cajones las medias de colores, y me transformé, sin querer, en la mujer que sólo usaba medias negras, y era también entre nosotros un símbolo de unión, amor, pies calentitos, tus medias, mis medias, nuestras medias.
Entonces un día nos separamos. Me quedé sola, con un número impar de medias negras y los pies fríos en una cama vacía.
La tristeza te hace pensar raro, y yo seguí comprando medias negras por sí algún día volvías. Las medias no dejaban de desaparecer y yo no dejaba de comprar medias negras.
Un día escribí una lista de deseos, eran más o menos así:
1. Estar siempre lo más cerca posible del mar
2. Aprender a usar una máquina de coser
3. Ir con mi hermano al Caribe
4. Que mi hermano juegue en Nacional antes de que se muera mi abuelo
5. Que no se muera mi abuelo
6. Escribir un libro
7. Volver a actuar adelante de gente
8. Tatuar a mis amigos
9. Tener medias de colores
Tener medias de colores. Recién al momento de releer mi lista me di cuenta de lo boludo de ese deseo. De lo fácil que era llevarlo a cabo. Pero ahí fue cuando me di cuenta bien de qué se trataba. Volver a tener medias de colores era aceptar que mis medias ahora eran sólo mías, que ya no estaba él para robarme ni una, ni dos, ni ninguna.
A partir de ahí no dejé de ver medias lindas, las veía en todos lados, las quería comprar todas, pero no podía, quería, pero no podía, comprar medias de colores era soltar, dejar ir, aceptar que amarse intensamente a veces no es suficiente. Se me rompía el corazón en cada vidriera, cada foto, cada amiga con medias con dibujitos.
Pasaron muchos meses, y yo aun con un poco de dolor, sabía que todavía no era el momento, que cuando fuera el momento me iba a dar cuenta, que lo iba a sentir como siento todo.
Y así, hace un mes, caminando por una feria en Tokyo le dije a Pau, «me gustaría encontrar unas medias de maneki-neko», y ahí mismo las vi, las compré y supe que la vida sigue y que a pesar de todo, siempre tengo los pies calentitos.
 

Hoy siento el corazón en carne viva. Como si me lo hubieran sacado, como si sangrara, como cáscaras arrancadas a abrazos apretados y besos en la frente. Ojos verdes llenos de amor, lágrimas llenas de dudas y silencios que gritan. Amar es estar vivos pero muertos pero vivos.
Mañana se me pasa, pero hoy me olvido de todo lo que ya sé para abrazarnos fuerte un rato.

Hoy volví a soñar que se me caían los dientes.
Incluso soñé que «me despertaba» y confirmaba que esta vez no era un sueño, esta vez era real: se me estaban cayendo los dientes.
Sueños recurrentes tengo este y algunos otros.
Uno es uno en que voy en una camioneta grande dando la vuelta de la manzana de en frente a mi casa, puedo doblar pero no puedo frenar, entonces doy mil vueltas, preocupada porque en cualquier momento me pueden chocar. A veces me despierto antes, y a veces mi vecina de en frente que se llama Sonia y le dicen la Mona, me frena la camioneta con un control remoto.
Otro es mucho más feo de lo que puedo explicar, se trata de que voy caminando y como una fuerza invisible me frena, yo necesito seguir, nunca se me ocurre frenar y quedarme quieta, esperar que eso se acabe, sino que siempre lucho contra eso, camino con fuerza, me canso, como cuando vas en bici con el viento en contra, pero mucho peor.
Cuando era chica, escuchando a mamá dar clases de filosofía, me enteré de que había un filósofo que hablaba de interpretar los sueños y le preguntaba a mamá todo el tiempo qué significaba lo que había soñado. Mamá intentaba explicarme que no era tan fácil, que no había una guía de sueños, que era algo mucho más complejo.
Ahora soy mucho más grande y ya estudié a Freud, pero igual sigo googleando cosas como «¿qué significa soñar que estoy desnuda en la calle?» o “¿qué significa soñar que mi novio me ahoga en la bañera?”.