¿Quién dijo que la música no es poesía? No sé quién sos, no conozco tu cara ni sé cómo te llamás. No sé cuántos años tenés, ni sé qué fuiste a hacer a Dublín. Pero un día conocí tu voz. Escuché tu música y te escuché y se me erizó la piel de mis brazos tatuados.
Ya no sé cuántas veces te escuché una y otra vez repetir esa poema, esa canción, ese dolor. Una, dos, ocho, mil.
La primera vez fue en mi cama de mi cuarto de la casa de mi padre un día no tan frío de invierno, y la última fue hoy.
La escucho cuando me duele el alma y la escucho cuando estoy bien porque así también puedo escucharla sin sentir que me rompo en mil pedazos. ¿Cómo puede ser que el amor que siempre es para siempre siempre se acabe?

Nos conocimos en realidad en la pista de baile de un boliche veraniego pero en pleno invierno. Veraniego porque es más grande el patio que la pista, pero afuera hacía frío así que estábamos todos adentro, apretados como nunca. Ahí por primera vez en mi vida, me estaba besando con un tipo equis en una fiesta. No era tan equis porque era compañero de clase de mi amiga la que vive conmigo y ya nos habíamos visto una vez en su cumpleaños, pero para mis estándares era un total desconocido. En algún momento salí afuera un ratito a llamar a mi hermano que cumplía años y en Uruguay eran las 12. Después de eso volví a entrar y el tipo se estaba besando con otra. Cuando me di cuenta ya estaba demasiado cerca, parada al lado de ellos, mirándolos sin entender mucho, sin saber cómo reaccionar para mantener mi dignidad lo más a salvo posible. Antes de descubrir mi atajo a la dignidad intacta que hubiera sido el no ser vista viéndolos, ella se despegó de ese beso que antes había sido mío y me miró. Yo sonreí como me salió, mirándolo a él, creo, y cuando me iba a dar vuelta para irme, ella me agarró del brazo y me preguntó al oído, demasiado fuerte, gritando para ganarle a la música, si el tipo era mi amigo, yo dije que sí porque era más digno que la verdad, y ella me dijo algo como wow es hermoso, y yo me encogí de hombros. Acompañame al baño, me dijo, y yo me di vuelta y caminé rápido escabulléndome entre gente más alta y más borracha que yo, intentando perderla sin que se dé cuenta. No la perdí, y me agarró fuerte la mano y así llegamos al baño. Había una fila larga y yo no sabía qué decir. Ella sonreía y se agarraba la cara y me decía una y otra vez wow qué tipo hermoso. Entonces pensé, scheiß drauf, que significa algo como «ya era», y le dije, no es mi amigo, hoy es la primera vez que hablamos y hasta hace dos minutos estábamos chuponeando. Ella me abrazó y me preguntó si estaba enamorada. Me reí y nos reímos juntas. Me dijo que si yo quería ella no volvía a donde estaba él, y yo le dije que me daba igual, que no se preocupara. Ella me pedía perdón y me abrazaba, y nos reíamos juntas, y yo le dije que en realidad no había nada por lo que disculparse, y que lo que creía haber sentido al verlos era vergüenza pero que en realidad no sentía nada, y que sólo pensaba que qué gracioso y lindo estar con ella en el baño abrazándonos. Me dijo que sólo estaba en Hamburgo por dos días, pero que si me parecía bien, iba a ir a almorzar a mi casa al día siguiente. A mí me pareció bien. Me pidió mi celular, no mi número, sino el aparato y se llamó a sí misma. Agarró su celular y me agendó como “Ini <3″. Al otro día me mandó un mensaje y yo lo vi recién el lunes, así que al final nunca más nos vimos, pero a Roxane y a todas las mujeres amorosas y anónimas de mi vida les mando este abrazo.