Cuando no te tengo cerca las palabras salen de mi boca/alma a borbotones. Suena como algo malo, ya sé, pero no es. Es eso de que cuando uno está triste dice las palabras más duras pero también las más lindas. Es que cuando no te tengo físicamente al lado, mi alma siente que no te tiene, y se me revuelve el estómago y vomito palabras de ahogo y sangre de dolor.

Me hacés falta a cada paso. Me hacés falta para decidir si quiero un capuccino o una chocolatada.

Estoy sentada mirándome los pies, las uñas medio despintadas y la piel bronceada.
Entierro los pies un poquito en la arena, y los desentierro, y agarro un montoncito de arena con la mano y me la voy tirando de a poco arriba de los pies, y después otro, y después otro.
Me duele un poco la espalda porque estoy durmiendo arriba de un sobre de dormir. Son las 7 de la mañana y ya me desperté porque el sol calienta la carpa. Abrir el cierre y salir a la playa que está ahí y sentarse en la arena en la que estoy sentada es como el paraíso pero más real. Afuera todavía está fresquito, estoy desnuda y sse me eriza un poco la piel. Pienso en el desayuno que va a ser el mismo que todos los días desde hace un montón de días, pan, queso y tomate. Pienso en el libro que terminé anoche, sobre un señor que estando preso aprende a jugar partidas de ajedrez imaginarias, contra él mismo, lo que significa anticiparte a tus propias jugadas, pero no, el encierro y la soledad desarrollan en él una especie de locura-inteligencia que casi se transforma en una esquizofrenia que lo hace ser las piezas negras, y lo hace ser las piezas blancas, juntas pero por separado.
Y entonces salís vos, y me decís guten Morgen, y el día se transforma en un día hermoso porque estamos juntos. Y cuando estamos separados, también estamos juntos.