A Francesca la conocí la semana pasada en la biblioteca de la Universidad y hoy era su cumpleaños. Nos dijo que fuéramos vestidas con cosas floreadas y no me costó mucho porque casi todo en mi ropero tiene flores. Y mi piel tiene tatuadas un montón. Tengo jazmines, margaritas, lavanda, dientes de león, tulipanes, anémonas, espigas y un cactus con flor.
Alrededor de la comida había hecho una corona de orquídeas y como cada vez que veo hortensias, me acordé de mis abuelos que tienen pila en su casa. Entre flores me siento bien.
Cuando se hizo de noche alguna dijo cantemos una canción, y cantaron O bella ciao, bella ciao, bella ciao ciao ciao, y otra vez me sentí bien.
Venezia mi piace tantissimo.

Tengo una amiga que tiene la teoría de que las ciudades inmediatamente te adoptan o te escupen. Ella vivió en varias así que fue aprendiendo cómo es que se siente eso. Yo me mudé a Venecia hace exactamente 48 horas.
Para explicar cómo es que me doy cuenta de que Venecia me quiere acá tengo que empezar hablando un poco de mí: mi cosa preferida en el mundo es el papel. Los libros, los cuadernos, las agendas, las revistas. Después de haber terminado de cursar mi carrera, me especialicé en Diseño Editorial e Ilustración, por amor.
Recién llegué sin saber muy bien a dónde estaba llegando, a la biblioteca de la universidad de Venecia. Había música y gente tomando cerveza, vino blanco y la bebida veneciana por excelencia: aperol spritz. Primero lo primero, porque prioridades, me compré un spritz para mí. Y después me acerqué a las mesas en donde se aglomeraba la gente. El evento -al que caí sin querer-es la presentación del primer número de una revista de estudiantes que engloba proyectos de distintas carreras como arquitectura y diseño.
Después de 7 años viviendo en Alemania, es un poco raro vivir en un lugar en donde la gente se acerca y te habla. Me había olvidado de mi cuaderno así que pedí prestada una lapicera y agarré un papel y empecé a escribir atrás todo esto que ahora estoy escribiendo acá, y uno que estaba por ahí me preguntó qué escribía. Le conté, charlamos, se llama Bruno, estudió lo mismo que yo, me regaló un pedazo de pizza fría pero rica y creo que ya tengo un amigo.
Venecia me abre los brazos y yo me agarro fuerte.

Con el corazón en la mano me despido de mi casa y mi amor. Me alegra sentir tanto, escarbar entre recuerdos, revolver cajas y cajas de dibujos y amor, leer, recordar, abrazarse. Qué sanador compartirlo con la otra mitad de lo que fui todos estos años, mi compañero de equipo y de tanta vida. Qué viaje intenso fue hasta hoy y qué miedo todo lo que vendrá.
Mudarse de país es como abrir el pecho.
Me siento libre y poderosa aun con todas estas lágrimas saladas.