Caminando hacia atrás tropezaste con tu mochila y casi cayéndonos terminamos en mi cama, que estaba tendida pero para ser honesta sólo la tendí porque venías vos. Al final duró solo un rato el acolchado ordenado porque con los pies lo tiraste hacia abajo y me empezaste a sacar la ropa que también tirabas para abajo, yo te saqué la remera como pude y te dije sacate las medias, porque vos no sabías, pero ahora ya aprendiste que no me gustan las medias arriba de la cama. Y no sé cómo tengo estos recuerdos porque juraría que en ese momento yo no pensaba en nada, si abría los ojos se me nublaba la vista así que los cerré y me quedé acostada boca arriba mientras me besabas y también me mordías, y me acuerdo que en algún momento me dijiste no puedo más, Ini, y yo sonreí pero vos no me viste, y quise responderte pero al final no te respondí, y solo te empujé hacia atrás, te miré, y me mordí el labio de abajo.

Me senté a esperarte mientras miraba las puertas corredizas abrirse una y otra vez sin dejarte salir a vos. Me levanté y caminé alrededor de las sillas, y perdí la cuenta de cuántas veces miré el reloj. Volví a comprobar que estaba en la terminal correcta y me senté, y me levanté, y caminé y miré las puertas corredizas abrirse una, y otra y otra vez, hasta que casi ya no tuve uñas que morderme y entonces te vi salir, buscándome con la mirada, y sonriendo a partir del momento en que me viste y viste que yo te vi.

Nerviosa y atolondrada te dije que si nos íbamos rápido alcanzábamos el siguiente tren que nos dejaba en la esquina de casa. Qué contás, Ini, me dijiste vos, y yo que cuando estoy nerviosa hablo mucho, te conté mucho. Creo que no te dejé hablar en todo el camino. Te pregunté qué tal tu vuelo, y antes de que me pudieras responder, te pregunté cuántos días te quedabas.

Me llevó un rato largo encontrar mis llaves en la mochila, que al final estaban en el bolsillo de mi campera, pero abrí la puerta, y te dije pasá, y vos entraste, y yo te seguí. Este es mi cuarto, te dije, dejá tus cosas donde quieras. Y te sacaste la mochila, y la tiraste en el piso, y ahí mismo mientras yo te miraba todavía con la llave en la mano me agarraste de la muñeca y me llevaste con fuerza hacia vos, y la otra mano me la pusiste en la cintura y me dijiste que qué ganas de hacer eso que tenías, y yo te dije ¿eso qué? y vos me besaste y me dijiste tocarte, y yo te dije tocame.

Me desperté y tardé varios segundos en reconocer dónde estaba y quién dormía a mi lado.
No sé si fue el sueño, si fue que dormí poco, o si estaba teniendo un sueño tan real, en el que estaba tan metida que me costó salir.
Supongo que a todos nos pasó alguna vez, eso de despertarnos, mirar a nuestro alrededor, y no reconocer en dónde estamos, a pesar de que estemos en el mismo cuarto, en la misma cama de siempre.
Y así fue mi despertar, fue raro, me sentí perdida, como si  hubiese estado en un lugar nuevo, desconocido. Como si alguien me hubiese arrastrado hasta ahí sin que me diera cuenta.
Como si me hubieran sacado de mi vida, y me hubiesen puesto en una vida nueva, que no era mía.
Cuando me refregué los ojos, entendí todo inmediatamente. Olvidé lo que estaba soñando, y reconocí todas las fotos, los dibujos y los colores de mis paredes.
Me volví a sentir en mi cama, en mi cuarto y en mi vida. Y empecé el día con un beso y el pie derecho.